Cuando Priscila Ontiveros, una estudiante de sexto de secundaria, habla con los niños, lanza una pregunta a los pequeños. “¿Alguno de ustedes sueña con visitar la NASA?”. Segundos después, la joven responde: “ Yo he visitado la NASA, conozco a un astronauta y no es imposible”.
La pregunta es clave en todos los cursos que dicta Ontiveros, pero más en la ciudad de El Alto, donde las clases de robótica, matemáticas y computación son un lujo para algunas familias. Y ahí, en la urbe más joven del país, la joven fundó una escuela de robótica para apoyar a los niños que sueñan con ir a la NASA.
De ojos grandes, tez morena y una enorme sonrisa, la joven de 17 años, recuerda que le gustaba construir objetos desde pequeña. Desde los 13 años, Ontiveros participó en cuatro torneos internacionales, ganó los últimos tres. Su primera oportunidad fue en Chile, el año 2014, cuando su equipo se destacó como mejor diseño de robot. Pero ella y sus compañeros no ganaron.
Teníamos las mismas piezas, los mismos equipos, lo que nos diferenciaba era el tiempo de práctica”, reconoce ahora. En La Paz, la robótica es un pasatiempo para los estudiantes, en otros países es una materia que requiere mucha dedicación, dice.
De esas experiencias, la joven aprendió a perseverar. Aunque dicta clases a niños de escuelas y en cada curso busca motivar para que los pequeños estudien robótica, también destaca que para conseguir varios logros hay que aprender de la derrota. “He perdido más veces de las que he ganado”, resume de esa manera su trayectoria. Su esfuerzo valió la pena ya que en 2016 ganó una beca y se fue a la NASA.
En sus primeras derrotas, la joven inició un camino de autopreparación. Ni bien terminaba las clases del colegio, iniciaba sus prácticas para explorar el mundo de la robótica hasta las 22:00. Luego, inició cursos de capacitación a niños de escasos recursos en El Alto.
No hay duda de que hay talento”, dice orgullosa cuando se refiere a la fundación de First Lego League Cowork, el año pasado en El Alto. Vive por Mallasa y cada vez que sube a Ciudad Satélite, donde se encuentra el centro, viaja por más de dos horas para dar los cursos.
Al principio daba clases gratis en los distintos distritos de El Alto. De ahí nació la propuesta de fundar la escuela. “Era como una idea, hay muchas ideas locas que se me ocurren. Dije: ‘hay que hacerlo’”.
Este centro tiene diversos ambientes, salas de realidad virtual, televisores plasma que funcionan con bicicletas y sillones con diversas entradas para que los estudiantes conecten sus computadoras mientras descansan en la recepción. Cada niño puede acceder a material y equipos propios, sin compartir, todo esto sucede al interior de un escenario que simula ser una nave espacial. Así lo soñó Priscila, el mayor reto para lograr su meta fue conseguir el dinero.
Ella tenía 16 años cuando llegó a las oficinas del empresario Samuel Doria Medina. “Hice una presentación para exponerle mi idea, mi papá me acompañó”, recuerda Priscila, quien destaca la ayuda de sus padres.
Como muestra de ese apoyo que recibió del empresario, una pared con su imagen destaca en el auditorio del centro de robótica que ya tiene más de 100 alumnos.
Los niños aprenden de forma personalizada y el pago de su ingreso es similar al de una membresía. Ellos van en su tiempo libre, en las tardes o por las mañanas. Se quedan las horas que deseen permanecer en ese sitio. “A veces me sorprenden mucho, porque cuando les doy las piezas de lego ellos arman los prototipos de diferentes maneras. Yo también aprendo de ellos”, dice Priscila, quien divide su tiempo entre las clases y su preparación para ingresar a la universidad. Quiere ser ingeniera aeroespacial.
Fuente: Página Siete