La especialista de ONU Mujeres llegó a Bolivia para presentar El progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe 2017. Transformar las economías para realizar los derechos, un informe que muestra que tanto las conquistas como los obstáculos al empoderamiento económico de la población femenina reflejan las profundas desigualdades socioeconómicas características de la región.
— ¿Cómo se debe entender el empoderamiento de la mujer?
— Es la capacidad que ellas adquieren para decidir sobre sus propias vidas; no se trata solo de generar ingresos, sino de saber cómo utilizarlos. Cuando las mujeres acceden al empoderamiento económico, su vida en general mejora. Está demostrado: cuando ellas toman decisiones sobre los recursos económicos, éstos se destinan más al desarrollo y bienestar de la familia, y eso es fundamental para el avance del país.
— ¿Qué relación tiene la igualdad de género con el empoderamiento económico?
— Son dos conceptos estrechamente vinculados, porque la igualdad de género no se puede lograr sin el empoderamiento económico de las mujeres. Al hablar del primer principio nos referimos a que tanto el hombre como la mujer están en igualdad de condiciones para acceder a sus derechos, a la toma de decisiones, a las oportunidades. Actualmente en todos los países del mundo, también en Bolivia, la mujer está en una situación de desventaja. Por eso, cuando queremos lograr igualdad de acceso y oportunidades tenemos que poner a los grupos en desventaja en una mejor situación para equiparar esas oportunidades.
— ¿Cuáles son los principales logros en la promoción de la igualdad alcanzados en los últimos años?
— Bolivia, por ejemplo, avanzó tremendamente en su apuesta por combatir y erradicar la violencia y en su legislación, con la Ley (348) para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia —una de las pocas de su tipo en la región— y con la Encuesta de Prevalencia y Violencia Contra la Mujer del INE (…). Y eso es algo que debemos seguir fortaleciendo.
— ¿Cómo ve a las bolivianas como actoras de la economía?
— La economía del país se mueve gracias al trabajo de las mujeres en dos aspectos. El primero, el más visible y el que aparece en las cuentas nacionales, es el trabajo remunerado. Las bolivianas han incrementado mucho su participación en el mercado laboral en los últimos años y, por tanto, se ha elevado su aporte al Producto Interno Bruto (PIB). Su segunda contribución es invisible y está en todo el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, que es esencial para que el resto de la población pueda aportar a esa economía que sí es pagada, pero que al no ser pagada no se recoge en la contabilidad nacional ni en los datos formales. Si no tuviéramos un trabajo de cuidado, algunos no contribuiríamos al sistema. Entonces, el INE (Instituto Nacional de Estadística), ONU Mujeres y organismos de cooperación están promoviendo una encuesta del uso del tiempo de la población, que permitirá medir cuántas horas de la vida de hombres y mujeres se dedica al trabajo pagado y al no pagado, cuánto de esa contribución a la economía es pagada y cuánto no lo es (…), ya que se calcula que en Bolivia las mujeres dedican cuatro veces más tiempo que los hombres a las tareas domésticas (…). La economía feminista quiere que se visualice ese trabajo, esa contribución invisible que se sabe alcanza incluso al 50% del PIB. Es fundamental traer eso a la toma de decisiones, orientarlo hacia la definición de políticas públicas para que tengan éxito. Los programas de capacitación laboral que no tomen en cuenta este mayor trabajo de las mujeres fracasarán.
— ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de la incorporación de la población femenina a la economía?
— En los últimos años, la mujer se ha integrado cada vez más a la economía pagada. De hecho, Bolivia es uno de los países de América Latina y el Caribe con las tasas más altas de participación de la mujer en la economía pagada, 62% frente al 54% promedio de la región. Es decir, hay en Bolivia más mujeres trabajando remuneradamente que en otros países. Pero ocurre que, muchas veces, esa incorporación no es suficiente para conseguir que una sea autónoma o esté económicamente empoderada; muchas veces esa incorporación se produce en precariedad, con ingreso bajos y desiguales con relación a los hombres. Todavía existe en el país una brecha de remuneración entre hombres y mujeres que, según estudios, es incluso superior en el sector privado que en el público. En el ámbito informal, por otro lado, existe mucha menos protección y menos acceso a seguridad social y a salud. Entonces, el empleo remunerado tampoco garantiza que las mujeres estén suficientemente protegidas o perciban ingresos que les permitan cubrir los gastos mínimos para alcanzar calidad de vida. A favor está el acceso a la autonomía económica, al tener ingresos propios. Poder decidir sobre sus opciones siempre es una ventaja para cualquier mujer y, por supuesto, para la mujer boliviana. NdE. Según datos de ONU Mujeres Bolivia, las mujeres del país en edad de trabajar que buscan una fuente de empleo representaban el 20% en 1976 y el 49% en 2012.
— ¿Cómo está la brecha de remuneración entre géneros?
— Se amplió en siete puntos porque ellas están en puestos de menor calificación y se concentran en el sector informal. También ocurre que las mujeres optan por puestos de menor cantidad de carga horaria para conciliar su trabajo remunerado con las tareas del hogar. En puestos de decisión que son mejor remunerados, uno sabe que tiene que dedicarse a eso 24 horas al día.
— ¿Cuáles son otros factores que afectan el empoderamiento económico de las mujeres en América Latina y el Caribe?
— Los propios ciclos económicos. Latinoamérica y el Caribe han vivido un ciclo económico expansivo que ha generado muchos puestos de empleo. ¿Pero qué ocurre cuando entramos en ciclos recesivos? Los precios de las materias primas bajan y los Estados cuentan con menos recursos para proveer; son momentos en los que más que nunca es fundamental para los Estados destinar los pocos recursos a la inversión social, a mantener esas situaciones de mejora que la población ha conseguido, a personas que por la recesión económica van a tener más dificultades en conseguir empleos y en generar un medio de vida sostenible, a que esta población tenga al menos una base de servicios que les permita salir adelante. Un ejemplo, en Bolivia, casi el 3% de la inversión municipal se destina a programas que contribuyen a la igualdad de género. Si esa inversión se reduce, estaremos entonces sufriendo un retroceso en los pocos servicios que existen.
— ¿Qué avances hay en la elaboración de presupuestos sensibles al género en Bolivia?
— El Estado Plurinacional fue pionero en implementar este tipo de metodologías. En coordinación con ONU Mujeres, los ministerios de Economía y de Planificación del Desarrollo y organizaciones de la sociedad civil se crearon herramientas para analizar los presupuestos y la inversión de los 339 municipios, las que han sido utilizadas ya en al menos siete países de la región y en otros cinco del mundo (…). Pero falta que los propios sistemas financieros del Estado acompañen (estos instrumentos), que las instituciones sectoriales los apliquen.
— ¿Cómo deben desarrollarse las políticas de igualdad ligadas al ámbito económico?
— Uno de los elementos es el acceso al trabajo remunerado, aunque no es suficiente. ¿Por qué? Porque primero tiene que venir acompañado de derechos, protección social y cobertura de salud. Las mujeres contribuyen menos a los sistemas previsionales, porque tienen menos ingresos y porque muchas están en el sector informal, y esa pobreza de ingresos se perpetúa incluso con la edad, y cuando llegan a la edad de la jubilación también tienen menores ingresos, porque han contribuido menos años. Otro elemento es la redistribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre toda la población. ¿Por qué?, porque el mayor activo de las personas es el tiempo: ricos pobres, gente de las ciudades o del campo tienen 24 horas al día. Entonces, si yo como mujer trabajo 10 horas para ganarme un ingreso y trabajo otras 8 horas para sacar adelante un hogar, y me quedan pocas horas para dormir o descansar, no tengo posibilidades de participar en la vida comunitaria ni política, no tengo tiempo para mejorar mi formación o acceder a capacitación. Por tanto, el poder balancear las responsabilidades de cuidado y de trabajo doméstico para liberar parte del tiempo que las mujeres destinan actualmente a ese trabajo es fundamental para ampliar sus oportunidades económicas. El cómo hombres y mujeres redistribuimos de manera más igualitaria el trabajo doméstico y de cuidados no solo es una tarea que tiene que darse dentro de los hogares, la acción del Estado también ayuda mucho. Por ejemplo, el que el horario escolar se extienda de 09.00 a 12.00 es completamente distinto a un horario escolar de 08.00 a 16.00. En el primer caso, las mujeres deben resolver cómo cuidarán a sus hijos en la tarde, mientras que en el segundo no, porque habrá escuelas provistas por el Estado en las que padres y madres podrán dejar a los niños mientras trabajan por una remuneración. Así, el Estado posibilita que las personas adquieran un ingreso y que con ese dinero mejoren su calidad de vida, consuman, dinamicen la economía y paguen más impuestos. En consecuencia, la redistribución del trabajo no remunerado también es una cuestión de Estado que permite reorganizar la economía de otra manera.
— ¿Cómo se apoya a la mujer de la ciudad y a la del campo?
— Siempre hay que apoyar más a aquellos grupos que están en mayor desventaja y en eso las cifras son contundentes. Las mujeres del área rural están en mayor situación de desventaja. Lo paradójico es que a nivel de América Latina y de Bolivia la pobreza se ha reducido, pero la feminización de la pobreza se ha incrementado, en especial entre indígenas y en el área rural. Entonces, si queremos atacar el problema de la pobreza, que ha sido una de las grandes metas del Estado boliviano, se tiene que trabajar con la población rural e indígena para dar más oportunidades a las mujeres.
— En este marco, ¿a qué tienen que apostar las mujeres?
— A perseguir su formación y calificación, a no tener miedos a ocupar los espacios públicos, a estar presentes en los espacios de decisión, ya sea en las universidades o comunidades, a saber negociar espacios de autonomía para poder compartir parte de la carga de trabajo que tienen con otros miembros del hogar, tienen que poder reclamar al Estado servicios adecuados para que esa responsabilidad sea compartida.
Perfil
Nombre: Raquel Coello Cremades
Profesión: Economista
Cargo: Especialista de Políticas de Empoderamiento Económico para América Latina y el Caribe de ONU Mujeres
La licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales cuenta también con un diploma sobre Política de Cooperación al Desarrollo de la Unión Europea, una maestría en Género y Desarrollo y un doctorado en Economía Internacional y Desarrollo, entre otros estudios. Trabajó como docente, investigadora, consultora y en organizaciones de cooperación, además de Oxfam, PNUD y ONU.